CON OTRAS PALABRAS
Un hombre demandó a un leñador.
Demandante y demandado se presentaron ante el juez.
El demandante dijo: Señoría demando a este leñador
porque, después de vender toda la leña cortada en una
jornada, no quiere darme la parte que me corresponde.
Pero si es él quien ha cortado la leña responde el juez
sorprendido, ¿qué es lo que has hecho tú para que deba
entregarte parte del dinero?.
Yo lo he animado con mis gritos de aliento, explicó el
demandante. Mis gritos le han estimulado para cortar
más leña de la habitual y, por lo tanto, ha conseguido
más dinero.
El juez se quedó pensativo. Unos instantes después
sentenció: Es justo lo que reclama la parte demandante
leñador, dijo dirigiéndose a éste, que se había quedado
estupefacto con las primeras conclusiones del juez.
Entrégame la bolsa con el dinero, pues voy a darle
lo que le corresponde al demandante.
Una vez tuvo la bolsa de monedas en la mano, el
juez la agitó vigorosamente produciendo un gran
ruido con las mismas. Dijo: ya te he pagado lo
que te corresponde. El leñador recibió el sonido
de tu voz y tú recibes el sonido del dinero.
Debido a la codicia, muchas personas tienden
a aprovecharse de los demás, explotarles o robarles,
dando la espalda al menor sentimiento de ética
o virtud.
Un hombre demandó a un leñador.
Demandante y demandado se presentaron ante el juez.
El demandante dijo: Señoría demando a este leñador
porque, después de vender toda la leña cortada en una
jornada, no quiere darme la parte que me corresponde.
Pero si es él quien ha cortado la leña responde el juez
sorprendido, ¿qué es lo que has hecho tú para que deba
entregarte parte del dinero?.
Yo lo he animado con mis gritos de aliento, explicó el
demandante. Mis gritos le han estimulado para cortar
más leña de la habitual y, por lo tanto, ha conseguido
más dinero.
El juez se quedó pensativo. Unos instantes después
sentenció: Es justo lo que reclama la parte demandante
leñador, dijo dirigiéndose a éste, que se había quedado
estupefacto con las primeras conclusiones del juez.
Entrégame la bolsa con el dinero, pues voy a darle
lo que le corresponde al demandante.
Una vez tuvo la bolsa de monedas en la mano, el
juez la agitó vigorosamente produciendo un gran
ruido con las mismas. Dijo: ya te he pagado lo
que te corresponde. El leñador recibió el sonido
de tu voz y tú recibes el sonido del dinero.
Debido a la codicia, muchas personas tienden
a aprovecharse de los demás, explotarles o robarles,
dando la espalda al menor sentimiento de ética
o virtud.
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